lunes, 17 de marzo de 2008

Pues como se esperaba...

Y aún más pronto todavía, estoy en Salamanca otra vez.
No a la renovación de contrato. Otra vez será, etc, etc.
Pero, pasando a cosas más agradables... ¡estoy de vacaciones!
Y, para colmo, enrevistado en Hablando de Libros por Francisco Javier Illán Vivas, que está haciendo una campaña de difusión excepcional. También podéis acceder a la entrevista a través de Diario Druida y en Anika entre libros.
Pues eso. Vuelta al paro y a la tesis en cuanto abran la facultad pasada la Semana Santa.
Os váis a cagar con la regulación de la prolactina.

Si es que, el que no se consuela es porque no quiere.

sábado, 15 de marzo de 2008

Back in the U.S.S.R.

O de vuelta a Salamanca no tardando mucho.
Parece que ya es definitivo.
De momento, os dejo un enlace a youtube y la letra de la canción.




Flew in from Miami Beach BOAC
Didn't get to bed last night
Oh, the way the paper bag was on my knee
Man, I had a dreadful flight
I'm back in the USSR
You don't know how lucky you are, boy
Back in the USSR, yeah

Been away so long I hardly knew the place
Gee, it's good to be back home
Leave it till tomorrow to unpack my case
Honey disconnect the phone
I'm back in the USSR
You don't know how lucky you are, boy
Back in the US
Back in the US
Back in the USSR

Well the Ukraine girls really knock me out
They leave the west behind
And Moscow girls make me sing and shout
They Georgia's always on my my my my my my my my my mind
Oh, come on
Hu Hey Hu, hey, ah, yeah
yeah, yeah, yeah
I'm back in the USSR
You don't know how lucky you are, boys
Back in the USSR

Well the Ukraine girls really knock me out
They leave the west behind
And Moscow girls make me sing and shout
They Georgia's always on my my my my my my my my my mind

Oh, show me round your snow peaked
mountain way down south
Take me to you daddy's farm
Let me hear you balalaika's ringing out
Come and keep your comrade warm
I'm back in the USSR
Hey, You don't know how lucky you are, boy
Back in the USSR
Oh, let me tell you honey

lunes, 10 de marzo de 2008

Francoix en Salamanca

Como me insisten mucho (bueno, un poco), colgaré las fotos que hicimos el otro día en Salamanca con motivo de la visita de Francisco Jesús (Francoix), que aprovechó que en Andazulía era fiesta para acercarse por allí.


De derecha a izquierda: Ana (la mujer de Francoix), Francoix (el susodicho), Alex (Meliot pa'la gente de sedice) y yo (con cara de empanado y las gafas llenas de m...).


De derecha a izquierda: Olaia (ex-compañera del Hospital de Salamanca), Merce (mi novia) y yo (que, aunque parezca imposible, tengo más cara de empanado que en la anterior).

Hay más, pero en éstas que he colgado salimos todos. Mañana, si me apetece, ampliaré.

Y si no me apetece, pues no, que el blog es mío y me...

viernes, 7 de marzo de 2008

Urnas de papel o Acantilados de jade

Por si no lo sabíais, hace un par de domingos, Urnas de Jade: Leyendas, figuró como libro de la semana en Acantilados de Papel, la sección dedicada a la literatura de Francisco Javier Illán Vivas. Aquí os dejo el enlace.
Mi memoria en los últimos tiempos es mala y se me pasan cosas como ésta. Y mandarle las fotos a Paco y hacer muchas cosas que tengo a medias. Otra vez me disculparé con lo del trabajo y demás, pero es que me he puesto a corregir Urnas de Jade: Mentiras y quiero envíarsela cuanto antes a mi editor para que no se preocupe por ella (¿cuela? ¿no?).
Las fotos no pasan del lunes y la corrección de la semana que viene.
Es que me he puesto a escribir otra cosa...

domingo, 2 de marzo de 2008

Relato: El Contrato

Este relato, en realidad no es tal cosa. Se trata tan solo de una "escena cortada" de Urnas de Jade: Leyendas. Una escena inédita que bien podría encontrarse al final del capítulo XV o al comienzo del XVI. Espero que os guste.
Aquí comienza...

La figura de luz titiló sobre la mesa de la taberna antes de desaparecer. Lo hizo débilmente, sin alzar su brillo por encima del de las lámparas de aceite. Creía que nadie la había visto, pero no estaba seguro. Refunfuñó entre dientes, culpándose por estar en un lugar público tan a destiempo. Sabía que algún día iba a suceder algo como aquello y no había sido capaz de evitarlo. Estúpido, se dijo, mientras se echaba la capucha de su capa hacia delante, tapándose medio rostro con ella.
Fuera, hacía frío. Mucho más que en las tierras del sur, donde había pasado la mayor parte de su juventud. La niebla subía por las calles como una marea viva, tomando formas extrañas, enredándose con las esquinas de los edificios. Se sintió aturdido, pero no lo suficiente como para no recordar las palabras de aquella figura. Esas, a pesar de la bruma que había dentro y fuera de su cabeza, se le habían quedado bien grabadas.
—Irán por la Ruta Norte, primero hacia Deret y después hacia Dhao —había sentenciado, con un balbuceo causado por su falta de dientes que ni los centenares de millas que les separaban habían sido capaces de acallar—. Quiero que mueran todos. Ninguno debe sobrevivir, ¿me has entendido, Abaissal?
Abaissal-ben-Addim, había asentido. Con gente como aquella no existía otra opción que no fuera la de asentir y obedecer. Desde hacía tiempo el Sumo Jerarca le tenía en su mano y, al fin y al cabo, él era un mercenario. Escuchar, obedecer y cobrar. Ese era el lema de su profesión. Lo había seguido al pie de la letra y su vida dependía de que lo siguiera haciendo. No podía ser de otra manera. Sin embargo, se maldijo de nuevo por haber sido tan inconsciente, por haberse puesto en peligro de una manera tan vulgar.
Se sumergió en la niebla con algunos pasos vacilantes: aquella noche no había bebido precisamente agua. Sólo cuando estuvo seguro de que nadie le había seguido, se apoyó contra un muro y recuperó la compostura. Un gesto de su mano, una palabra, un resplandor purpúreo y una suerte de llamarada borrosa expulsaron el resto del alcohol de su organismo. De vuelta a la sobriedad. Y a enfrentarse con las mil razones que le habían llevado a dejarla. No en aquel momento. Tenía que reunir unos cuantos hombres que pudieran llevar a cabo el encargo. Una sonrisa, demasiado sutil para ser reconocida como tal por alguien que no le conociera, afloró en su rostro. Los tatuajes que lo cubrían se movieron como las llamas que representaban. Azules, rojos… no eran unos tatuajes normales sino que le señalaban como un hirashim. De sacerdote a mercenario. Mala progresión aquella.
Las calles de Puerto Agreste eran complicadas, llenas de curvas y recovecos que en ocasiones engañaban a los mismos lugareños. Eran calles con una personalidad propia, igual que los edificios que las formaban. Los bajos y achaparrados se entremezclaban con las mansiones ajardinadas, los prostíbulos y las tabernas se alzaban frente a los templos y monasterios. Abaissal tenía la sensación de que las habían dejado caer sin más y nadie se había molestado en ordenarlas. Una sensación común en todos los viajeros que las recorrían. Y en aquella ciudad pocos eran los que no consideraban que su presencia fuera algo más que temporal.
Se dirigió a las murallas, a los barrios más orientales. Sus pasos iban ganando en firmeza a cada momento, a medida que se acercaba a la casa de huéspedes donde se había refugiado durante las anteriores semanas. Desde allí partirían a los caminos, desde allí se adelantarían a sus pasos y les acosarían.
Desde allí se prepararían para darles muerte.