domingo, 2 de marzo de 2008

Relato: El Contrato

Este relato, en realidad no es tal cosa. Se trata tan solo de una "escena cortada" de Urnas de Jade: Leyendas. Una escena inédita que bien podría encontrarse al final del capítulo XV o al comienzo del XVI. Espero que os guste.
Aquí comienza...

La figura de luz titiló sobre la mesa de la taberna antes de desaparecer. Lo hizo débilmente, sin alzar su brillo por encima del de las lámparas de aceite. Creía que nadie la había visto, pero no estaba seguro. Refunfuñó entre dientes, culpándose por estar en un lugar público tan a destiempo. Sabía que algún día iba a suceder algo como aquello y no había sido capaz de evitarlo. Estúpido, se dijo, mientras se echaba la capucha de su capa hacia delante, tapándose medio rostro con ella.
Fuera, hacía frío. Mucho más que en las tierras del sur, donde había pasado la mayor parte de su juventud. La niebla subía por las calles como una marea viva, tomando formas extrañas, enredándose con las esquinas de los edificios. Se sintió aturdido, pero no lo suficiente como para no recordar las palabras de aquella figura. Esas, a pesar de la bruma que había dentro y fuera de su cabeza, se le habían quedado bien grabadas.
—Irán por la Ruta Norte, primero hacia Deret y después hacia Dhao —había sentenciado, con un balbuceo causado por su falta de dientes que ni los centenares de millas que les separaban habían sido capaces de acallar—. Quiero que mueran todos. Ninguno debe sobrevivir, ¿me has entendido, Abaissal?
Abaissal-ben-Addim, había asentido. Con gente como aquella no existía otra opción que no fuera la de asentir y obedecer. Desde hacía tiempo el Sumo Jerarca le tenía en su mano y, al fin y al cabo, él era un mercenario. Escuchar, obedecer y cobrar. Ese era el lema de su profesión. Lo había seguido al pie de la letra y su vida dependía de que lo siguiera haciendo. No podía ser de otra manera. Sin embargo, se maldijo de nuevo por haber sido tan inconsciente, por haberse puesto en peligro de una manera tan vulgar.
Se sumergió en la niebla con algunos pasos vacilantes: aquella noche no había bebido precisamente agua. Sólo cuando estuvo seguro de que nadie le había seguido, se apoyó contra un muro y recuperó la compostura. Un gesto de su mano, una palabra, un resplandor purpúreo y una suerte de llamarada borrosa expulsaron el resto del alcohol de su organismo. De vuelta a la sobriedad. Y a enfrentarse con las mil razones que le habían llevado a dejarla. No en aquel momento. Tenía que reunir unos cuantos hombres que pudieran llevar a cabo el encargo. Una sonrisa, demasiado sutil para ser reconocida como tal por alguien que no le conociera, afloró en su rostro. Los tatuajes que lo cubrían se movieron como las llamas que representaban. Azules, rojos… no eran unos tatuajes normales sino que le señalaban como un hirashim. De sacerdote a mercenario. Mala progresión aquella.
Las calles de Puerto Agreste eran complicadas, llenas de curvas y recovecos que en ocasiones engañaban a los mismos lugareños. Eran calles con una personalidad propia, igual que los edificios que las formaban. Los bajos y achaparrados se entremezclaban con las mansiones ajardinadas, los prostíbulos y las tabernas se alzaban frente a los templos y monasterios. Abaissal tenía la sensación de que las habían dejado caer sin más y nadie se había molestado en ordenarlas. Una sensación común en todos los viajeros que las recorrían. Y en aquella ciudad pocos eran los que no consideraban que su presencia fuera algo más que temporal.
Se dirigió a las murallas, a los barrios más orientales. Sus pasos iban ganando en firmeza a cada momento, a medida que se acercaba a la casa de huéspedes donde se había refugiado durante las anteriores semanas. Desde allí partirían a los caminos, desde allí se adelantarían a sus pasos y les acosarían.
Desde allí se prepararían para darles muerte.

2 comentarios:

Alex dijo...

Tio como los DVDs, incluyendo contenido adicional, ¿para cuando el montaje del director?

dStrangis dijo...

Va a ser que no... de momento me he puesto a revisar Mentiras. Le tengo que dar un buen meneo...