Entrevista en El Buen Pozo Sediento
Esteban González (STB) me entrevista en El Buen Pozo Sediento, podéis leerla entera aquí.
Todo un personaje. Le vi entrar en El Buen Pozo Sediento por el rabillo del ojo. Sus llamativos ropajes atraían la mirada aun sin quererlo. Su picudo sobrero y la pluma elegante que lo adornaba reclamaban silencio y atención.
Un charlatán, un truhán, un vividor, un mujeriego, un tahúr. De inmediato pensé en echarle de la posada. Así, sin más. Porque sabía que tarde o temprano me traería problemas.
Pero tan pronto como llegó al medio de la sala, sacó un laúd de debajo de su capa amarilla y comenzó a tañer sus cuerdas. Una dulce y suave voz acompañó el sonido de las cuerdas, recitando el romance olvidado de un esforzado caballero. Fue largo, sentido, emocionante.
Cuando termino de cantar, todos los parroquianos rompieron en un aplauso unánime, las camareras se me alborotaron y muchos le dieron palmadas en la espalda, felicitándole. Ya no podía echarle. Sabía que me traería problemas, pero por fin tenía delante un verdadero juglar.
Comió, bebió y cantó mucho más aquella noche. Una noche maravillosa que todos recordaremos en invierno, cuando se encienda la chimenea y alguien tararee por lo bajo alguna de las tonadas de este Juglar sin vergüenza.
Gracias, Esteban.
Un charlatán, un truhán, un vividor, un mujeriego, un tahúr. De inmediato pensé en echarle de la posada. Así, sin más. Porque sabía que tarde o temprano me traería problemas.
Pero tan pronto como llegó al medio de la sala, sacó un laúd de debajo de su capa amarilla y comenzó a tañer sus cuerdas. Una dulce y suave voz acompañó el sonido de las cuerdas, recitando el romance olvidado de un esforzado caballero. Fue largo, sentido, emocionante.
Cuando termino de cantar, todos los parroquianos rompieron en un aplauso unánime, las camareras se me alborotaron y muchos le dieron palmadas en la espalda, felicitándole. Ya no podía echarle. Sabía que me traería problemas, pero por fin tenía delante un verdadero juglar.
Comió, bebió y cantó mucho más aquella noche. Una noche maravillosa que todos recordaremos en invierno, cuando se encienda la chimenea y alguien tararee por lo bajo alguna de las tonadas de este Juglar sin vergüenza.
Gracias, Esteban.