martes, 3 de marzo de 2009

José Luís Castaño en Aurora Bitzine


Sangre Vikinga

“Algunos decían que era un dios, otros afirmaban que se trataba de un demonio, sin embargo lo único cierto era que detrás de sus ojos grises refulgía la furia indomable de un pueblo de titanes, que según decían los eruditos, habitaba al otro lado del gran mar salado…”

Fragmento de un viejo cantar olmeca.
Por José Luís Castaño Restrepo


LA JOVEN SE APRETÓ DE NUEVO CONTRA la piel nervuda del forastero. Su cuerpo pedía a gritos ser poseída otra vez por aquel semidiós de ojos transparentes y piel cobriza. Por un instante la mirada de ambos se fundió en una extraña comunión que sólo los amantes pueden comprender. Entonces, la moza bajó los ojos, temerosa de que aquel hombre pudiese descubrir en su expresión un atisbo del terrible destino que le esperaba. Sin mediar palabra, esbozó una mueca sugestiva y unió sus ansiosos labios a los de su amante, en un esfuerzo por alejar la sombra de traición que muy pronto mancharía la noche. Sería una pena, de todos los desdichados que habían pasado por su lecho, aquel extranjero era el que más le había impresionado.
Taloc se dejó llevar por aquella piel tibia y sudorosa, mientras una repentina llovizna rompía en el exterior. No obstante algo en el fondo de su pecho latía con fuerza, un extraño sobresalto que sólo ocurría cuando se encontraba en verdadero peligro. ¿Pero qué amenaza podría acecharle en medio de aquella aldea de inofensivos pescadores que le habían ofrecido cobijo?
El roce de la fémina en su entrepierna le hizo olvidar por algunos instantes el eco insistente de su corazón. La abrazó con fuerza, dispuesto a ofrecerle otro momento de pasión. Entonces sus músculos se tensionaron al advertir el súbito reflejo que asomó en las negras pupilas de la muchacha. Sin siquiera pensarlo, en un acto reflejo, la aferró de los hombros y la giró con violencia en aquella dirección. El rostro de la mujer se desfiguró en una mueca de dolor y sorpresa, mientras una hoja de obsidiana se le incrustaba en la espalda desnuda. Los ojos rasgados parecieron querer salirse de las orbitas, y de su boca emanó un exangüe suspiro agridulce que marcó el final de sus días.

Podéis leer mucho más aquí.

1 comentario:

José Luis dijo...

Muchas gracias por la nota David.
Un abrazo y espero que disfrutes de la historia.