lunes, 1 de noviembre de 2010

Fragmentos de una Batalla: Capítulo IX

IX SILENCIOSO


Cuando los gigantes luchan, los hombres sufren… entonces el deber de los míos es tomar partido por las hormigas.

Palabras atribuidas a Finerotius


El solitario jinete recorría la Ruta Norte como alma que lleva Zariez, obligando a su pesado percherón con la presteza de un corcel ligero. Sus cascos, como platos soperos, golpeaban la dura piedra de la calzada levantando ecos que eran devorados por el bosque y la hambrienta noche.
El hombre tenía el rostro tenso, concentrado. Era moreno, aunque su piel debía aquella tonalidad al sol, no a su nacimiento. Su cabello, oscuro sin ser completamente negro, era demasiado largo para lo que solía considerarse civilizado y se agitaba sobre sus hombros, repleto de sudor, hojas y ramitas. Un bigotito, escaso, formaba una delgada línea horizontal en su rostro, cruzado de cicatrices. Sus ojos brillaban, con emoción. También con el resplandor de algún trago de más.
Frente a él la ruta trazaba una curva. Hacia el norte, apartándose del río Jiraimot. Una senda salía de ella, directa hacia el sur. Tomo aquella última, alejándose de la ya cercana Dhao y de los ejércitos que en ella combatían. Pocos minutos más tarde, el garañón chapoteaba por un vado. Los cantos rodados y la blanca espuma saltaban a su alrededor, empapando las botas y los pantalones pardos del jinete.
La arboleda del otro lado del cauce era más densa y antigua y estaba cubierta de largas barbas de musgo. El viajero tiró de las riendas con fuerza nada más rozar la linde y la alocada carrera de su montura dio paso, en un instante, a la más absoluta quietud sin que pareciera haber un motivo para ello. Pero lo había. Los oscuros ojos del viajero, clavados en la espesura, podían verlo entre la oscuridad.
—Has venido a buscarme —dijo una voz—. Te estaba esperando.
El jinete afirmó con la cabeza, pero no dijo ni media palabra. No era necesario. De entre la maleza surgió la figura del hombre que acababa de hablar, vestido con largos hábitos del color de las hojas secas.
Después, ambos se dirigieron de nuevo al vado y marcharon hacia la batalla.

1 comentario:

José Luis dijo...

La historia va muy bien, me gusta.