lunes, 22 de noviembre de 2010

Fragmentos de una Batalla: Capítulo XII

XII MANCHAS DE TINTA


No muchos saben lo dolorosas que resultaron para algunos las heridas inflingidas durante la más tarde llamada Batalla de Dhao. No sólo las de la carne, sino las del espíritu y el alma, que se cebaron tanto en los que cayeron en la lucha como en aquellos que les enviaron a morir con la certeza de estar haciendo lo correcto.

Memorias de Qüestor Elendhal Tomo I


La pluma se deslizaba sobre el pergamino, dejando una leve traza de tinta. Las líneas, de caligrafía perfecta, narraban sin titubeos lo que podían ser las últimas palabras de su dueña. Dariahn de Dhao las escribía sobre la superficie de la misma mesa en la que, años después, después de que ella muriera, el hombre que sería su marido redactaría sus propias memorias. Pero la noble no podía saber aquello, igual que no conocía cuál sería el final de la confrontación que se libraba al otro lado de los muros.
Sus dedos, largos y finos, guiaban la pluma de oca a lo largo de las líneas, sin que esta se saliera de los renglones invisibles entre los que parecían moverse todos sus actos. Tras haber abandonado el interrumpido baile, había dejado aparte su vestido lleno de brocados, había vestido uno mucho más sencillo y se había recogido el pelo. Su gesto era entonces firme, aunque sereno y mucho más adusto de lo que habrían hecho suponer sus poco más de veinte años. Porque la Señora de Dhao todavía era una mujer joven, aunque la responsabilidad de su cargo fuera una que se habría encontrado más acomodada en hombros más ancianos y sabios.
En el exterior, los estallidos y el ruido de la espada contra el escudo y de las hachas contra las mazas se sucedían y Dariahn, con su ininterrumpida escritura, parecía ignorar todo aquel alboroto. Escribía con firmeza, poniendo sobre aquel pellejo amarillento cada detalle de lo que eran unos deseos que, tal vez, jamás tendrían lugar. Cada anhelo que no llegaría a buen puerto. Cada deseo y cada ansia de su corazón que, de vencer sus enemigos, jamás se verían cumplidos.
Los arcos descargaron sus flechas y las ballestas respondieron y la Señora de Dhao detuvo su mano durante unos instantes que para ella fueron eternos. La Historia la recordaría por aquel momento. Si caían o si se alzaban con la victoria, a ella sólo la recordarían por sus acciones y por sus palabras. No por los deseos incumplidos de una niña, sino por los actos de una mujer.
Aquellas palabras no eran dignas de ella, así como tampoco lo era fingir que ignoraba lo que estaba sucediendo a sus pies. Sin duda no lo hacía. Sabía muy bien lo que estaba pasando y hasta el último detalle dependía de sus decisiones y de sus actos. No había dado la espalda a los suyos ni por un solo momento. Todo lo que había hecho… todo se sabría a su debido tiempo. Las lágrimas y los sentimientos vanos y necios no iban a empañar los actos que había realizado en aquellos amargos días.
Llevando el pergamino hasta la llama de la candela que la iluminaba, Dariahn de Dhao dejó que el fuego lo consumiera.

1 comentario:

dafd dijo...

Me ha gustado mucho este Manchas de tinta. El final en aquella candela es un buen final.